El terremoto, literalmente, nos ha puesto de rodillas. Y ante la naturaleza, que tan violentamente, nos hace mirar hacia el cielo, nos hemos mirado entre nosotros.
Chile caminaba a pasos agigantados tratando de emular a los países desarrollados, sin preguntarnos hacia dónde íbamos o si de verdad queríamos ese Chile que se ponía pantalón largo.
Muchos, entusiasmados, olvidaron quienes somos y los que nos hace diversos y con identidad.
Hoy, muchos hemos vuelto a saludar a nuestros vecinos, otros llamaron a sus amigos de infancia o recordaron a esos amigos del barrio que ya no visitaban. Hemos visto a jóvenes cansados construyendo casas para quienes lo perdieron todo, grupos de amigos o familias que sacrifican festivos para entregar comida.
No digo nada que no se haya dicho durante este último tiempo, pero quería decirlo, quería decir que mi deseo es dejarle a mis hijos un país subdesarrollado en tecnología, pero con alma, con espíritu. Un país amable para vivir. Y no es que espere que el boliche de la esquina nunca termine, para evitar el supermercado, aunque sería fantástico, sólo digo que no me importan las importaciones y que el alma de este pueblo, no requiere de expertos europeos o norteamericanos.
Hoy queremos reconstruir esa alma, especialmente en nuestros niños, que asustados se han levantado en muchos pueblos, para aprender. Necesitan nuestra ayuda, tan simple, pero tan básica para ellos. Libros, cuadernos, una mesa, una casa…
Y como diría nuestro gran Padre Hurtado: "Dar hasta que duela, hasta que se nos caigan los brazos de cansancio."
Hoy queremos invitarles a que participen en cualquiera de las campañas que se hacen a lo largo de nuestro país, todas son importantes.
"Duerma el que mucho trabajó, no durmamos nosotros, no, como grandes deudores huidizos que no vuelven la cara hacia lo que nos rodea, nos ciñe y nos urge casi como un grito…" ( Gabriela Mistral al referirse al trotador de la diestra extendida)
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